08 febrero, 2008

Carta de una madre a su hijo transexual muerto

"AMAIA-AIMAR, VIVIRAS EN MI PARA SIEMPRE
IKUSTEZINA IKUSTEN IKASTEN, 2008-02-02 # AMAIA-AIMARREN AMA

Me han pedido que cuente brevemente el entorno en el que ha vivido Amaia-Aimar, mi hija, (o) mi hijo transexual, que se suicidó en el mes de abril de 2007.

Su gestación y nacimiento no fueron casuales, sino de verdad deseadas y queridas. En una familia en la que había ya dos chicos, fue una niña my bien recibida y celebrada. Creció alegre y feliz, tal y como escribe en sus diarios, hasta que le bajó la regla y ahí comenzaron sus problemas de identidad de género.

Yo ya sabía que mi niña era muy masculina en cuanto a gustos, pero era una peculiaridad que llevábamos bien. Le gustaba mucho el deporte, jugar a fútbol, judo, correr, escalar, deportes de riesgo… Nunca soñé que fuera mi princesita, pero esperaba que con el tiempo su aspecto ya cambiaría a un poco más femenino. Hasta que a la edad de 19 años me comunicó su condición de transexual. Es decir, era un chico en el cuerpo de una chica.

Hasta ese momento, por ignorancia, la transexualidad me sonaba a travestismo, a frivolidad, a farándula, a morbo… Era una cosa de películas, o muy lejana, no algo que se te va a presentar en tu propia casa.

Cuando me lo dijo, el primer momento fue duro. Me eché a llorar. Lloramos juntas. Se me vino a la cabeza la imagen de mi hija con barba. La mujer barbuda. No la veía como un hombre. Me fui de un salto al final del proceso, del cambio y me asusté.

Me asusté por ello, por todo lo que se le venía encima.

Lo siguiente que pensé fue que no me tenía que importar nada lo que dijera la gente. Ese mismo día se lo dijimos a su padre y sus dos hermanos. Todos lo encajamos con preocupación, pero sin dramatizar. Esto era lo que había. Ahora empezaba el aprendizaje, el estudio y comprensión de lo que le sucedía a nuestra hija.

Año y medio de consultas de psicológos nos pusieron a las puertas del cambio físico, es decir, del tratamiento hormonal y ahí le asaltaron los miedos y las dudas, complicadas con problemas personales que le surgieron en su mudanza a Bilbao, donde estudiaba ingeniería de Minas.

Pero también, y, como contrapunto a esto, tuvo experiencias positivas. Empezó a hacer judo en un gimnasio en el que se presentó como Aimar y donde pidió no compartir vestuario de las chicas, porque no era el suyo, ni el de los chicos, porque su físico aún no se lo permitía. Con toda naturalidad, le ofrecieron un cuartito para él, donde poderse cambiar. Este era un gimnasio normal, para gente muy normal y era uno de esos espacios en los que se aprende que en este mundo hay sitio para todos y que la aceptación de la diversidad nos enriquece a todos. Para mi fue un motivo de alegría lo muy a gusto que se sintió siempre allí. Era su deporte favorito y era gente que le aceptaba.

En esta etapa empieza a exigir en casa que le tratáramos como lo que era y que le llamáramos Aimar. Nos costaba mucho, pues a pesar de su aire andrógino (y aquí os diré que ya desde muy pequeño le encantaba que la tomaran por un chico), por encima de un aspecto a veces equívoco, para nosotros había sido Amaia durante casi veinte años. Entre sus amigas hacia tiempo que le llamaban Moio, haciendo el juego de masculinizar su nombre.

Fue toda esta lucha interior que desembocó en un estado depresivo, lo que hizo que se le fuera la vida de entre las manos. Se nos fue como un ángel, volando. Y nos dejó atónitos, consternados, apenados… No hay palabras para describir el dolor de esa herida que saber que podrá cicatrizar, pero que siempre va a estar ahí.

Doy gracias a la vida por haberla parido, criado y disfrutado y por todo lo que he aprendido con ellla y con él. Siempre reivindicaba su normalidad. Cuántas veces me decía “Ama, ni normala naiz”. Ya lo creo que si, era un ser lleno de dignidad, de sensibilidad y de valores, como bien vimos en sus 21 años de vida.

Nos ha enseñado tanto, nos ha dejado tanto… Le gustaba escribir y lo hacía habitualmente. Escribió desde los 12 años hasta sus últimos minutos. A las doce menos cuarto del mediodía estaba escribiendo en la roca desde la que se tiró a las doce en punto. Escribió para agradecer toda la ayuda que había recibido, y que, a pesar de todo, no le sirvió.

De lo mucho que nos enseñó, me quedo con su mensaje de normalidad. De ella, de él, aprendimos que la transexualidad no tiene nada que ver con el folklore, que solo es una variante más de la naturaleza, que no es una tara, ni un equívoco, ni una desviación. No es un fallo, pero conlleva un proceso interior difícil. La biología hace pruebas constantemente, y de esos intentos surgen los frutos más variados. Lo que si falla a veces, es la aceptación de lo que choca con las normas sociales impuestas desde mentalidades y moralidades estrechas, casi siempre interesadas en el dominio y el control de cualquiera que puede atacar lo establecido como “normal”.

Y qué más puedo decir yo de mi niña-niño. Que le quiero mucho, que estoy muy orgullosa de todo lo que fue y de lo que es aún para nosotros. Que nos ha dejado tanta huella y tantos recuerdos estupendos… Yo siempre le decía que el que siembra recoge. Pero, a veces, estando la cosecha ya a punto, viene un temporal o una granizada, y arrasa con todo. Y, entonces, vuelta a empezar.

Vivirá en mí para siempre, como el mejor regalo que me ha dado la vida, igual que mis otros dos hijos.

Amaia-Aimar gure bihotzean zaude, nere barruan beti-betirako, zure hasieran bezala laztana.
( Amaia-Aimar estas en nuestros corazones, en mi interior para siempre, como en tu comienzo, cariño ) "

05 febrero, 2008

Stop Homofobia!

Seas gay o no, deberías reenviar esto en señal de apoyo a tus amigos y seres queridos que sí lo son. El amor no se define por color, credo, ni género.

Soy la madre que no se le permite visitar a los hijos que dió a luz, cuidó y crió. Las cortes dicen que no cumplo los requisitos de una madre porque ahora vivo con otra mujer.

Soy el muchacho que nunca terminó el instituto porque todos los días me llamaban Maricón.

Soy la muchacha que echaron de su casa porque le confesé a mi madre que era lesbiana.

Soy la prostituta trabajando en las calles porque nadie quiere contratar un transexual.

Soy la hermana que abraza fuertemente a su hermano gay durante largas noches de miedo y llanto.

Somos los padres que enterraron a su hija mucho antes de lo debido.

Soy el hombre que murió sólo en el hospital porque no le permitieron a quien fue mi pareja durante 27 años acceso al cuarto.

Soy el niño huerfano que se despierta de pesadillas donde lo remueven del único hogar donde le han mostrado amor, simplemente porque tiene dos padres.
Cómo desearía que me adoptaran. Yo no estoy entre los que han tenido suerte.

Me suicidé solo semanas antes de graduarme del instituto. Ya no podía aguantar más.
Somos la pareja que el casero dejó plantada cuando se enteró que queríamos alquilar un cuarto para dos hombres.

Soy la persona que nunca sabe qué baño utilizar si quiere evitar ser enviado a la gerencia.

Soy la sobreviviente de violencia doméstica que se dió cuenta que el sistema de apoyo se volvió frío y distante cuando se enteraron que mi pareja abusiva era también una mujer.

Soy el superviviente de violencia doméstica que no tiene sistema de apoyo alguno al cual acudir debido a que soy un hombre.

Soy el padre que nunca ha abrazado a su hijo porque crecí con miedo a mostrarle afecto a otros hombres.

Soy la maestra de economía doméstica que siempre deseó ser maestra de deportes hasta que alguien le dijo que sólo lesbianas hacen eso.

Soy la mujer que murió cuando los paramédicos dejaron de tratarla al enterarse que era un transexual.Soy la persona que se siente culpable porque pienso que podría ser una mejor persona si la sociedad no me aborreciera.

Soy el hombre que dió de lado a sus creencias, no por dejar de creer, sino porque me rechazaban como persona

Soy un guerrero sirviendo a mi país, pero no puedo revelar mi verdadero estilo de vida porque ser gay no está permitido en el ejército.

Soy la persona que tiene que ocultar y reservar para sí lo que este mundo más necesita: amor.

Soy la joven que se averguenza de confesarle a sus amigas que soy lesbiana, porque constantemente hacen bromas de ellas.

Soy el joven amarrado a una verja, golpeado brutalmente y abandonado a mi suerte porque dos hombres 'machos' querían 'darme una lección'.

En octubre 7 de 1998, Aaron McKinney y Russell Henderson llevaron a Matthew Shepard a un área remota al este de Laramie, donde realizaron actos de odio
inimaginables. Matthew fue amarrado a una verja, donde fue golpeado y abandonado al clima inmisericorde de una noche fría de otoño. Casi dieciocho horas más tarde fue encontrado por un ciclista, quien inicialmente lo
confundió con un muñeco maltrecho. Matthew murió el 12 de octubre a las 12:53 am en un hospital de Fort Collins, Colorado.

ASESINADO POR SER GAY.

SI CONSIDERAS QUE LA HOMOFOBIA ESTÁ MAL, Y NOS ALEJA DE SER UNA SOCIEDAD
JUSTA Y COMPRENSIVA, REENVIA ESTO CON EL TÍTULO 'HOMOFOBIA'

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