02 octubre, 2008

Una nueva muerte en la cárcel de Pamplona

Tribuna Abierta - Diario de Noticias - 02/10/2008

Pongamos un ejemplo. Imagínese que un padre deja a su hijo en el colegio por la mañana y avisa al profesor de que el niño ha pasado mala noche porque tiene asma. A media mañana el niño comienza a encontrarse mal y a no poder respirar. El profesor se da cuenta de esto y baja a la enfermería en busca de ayuda. Llaman a un médico y a una ambulancia. Los dos tardan en llegar y finalmente el niño muere. Sin ninguna duda, los medios de comunicación, si no todos alguno, se hubieran hecho eco de esta noticia y sin miedo a equivocarnos podríamos afirmar también que se hubieran alzado voces pidiendo responsabilidades por el suceso.

Ahora traslademos este ejemplo a la cárcel de Pamplona, concretamente al pasado 21 de septiembre. Quien murió ese día evidentemente no fue un niño. Murió un interno en su celda.

Este interno, quien había estado ingresado en el Hospital aquejado de problemas respiratorios, es dado de alta voluntaria a pesar de las reticencias del médico y es trasladado desde el Hospital hasta su celda de la cárcel. Pero… ¿por qué no le llevaron a la enfermería en lugar de a su celda? ¿No lo consideró necesario el médico? ¿Quién no lo consideró necesario? ¿No había camas libres en la enfermería? A última hora del día comienza a encontrarse mal, sus compañeros gritan a los funcionarios para que acudan a su rescate. Se intenta reanimarlo en el suelo de la celda. ¿Dónde está el médico? ¿Por qué no lo llevan a la enfermería? ¿Qué utensilios médicos hay en prisión? ¿Llegó el médico? ¿Cuánto se tardó en avisar al médico? ¿Dónde estaba? ¿No hay un médico de guardia en prisión? La ambulancia todavía tarda más en llegar. ¿Cuándo se llamó a la ambulancia? ¿Por qué tardó tanto en llegar? ¿Le impidieron entrar en prisión sin pasar los trámites reglamentarios a pesar de la urgencia?

Finalmente el interno, al igual que el niño, fallece. Ningún medio de comunicación se ha hecho eco de esta noticia, a nadie se le ha ocurrido pedir responsabilidades y mucho menos nadie se siente responsable. Incomprensiblemente este hecho no es noticia ni responsabilidad de nadie. ¿Por qué? ¿Es diferente el niño que el interno? ¿Es menos persona? ¿Es un ciudadano de otra categoría? ¿O se trata una vez más del halo de oscurantismo que envuelve todo lo que acontece en las prisiones?

Desde Salhaketa Iruña entendemos que este hecho ha de darse a conocer, no sólo por su relevancia sino porque el mismo nos debe hacer reflexionar sobre la situación en la que se encuentran los presos de la cárcel de Pamplona para que un suceso tan trágico como éste se suceda en su seno.

Por ello, ante esta impasividad, tanto de los medios de comunicación como del centro penitenciario, nosotros nos hemos formulado toda la serie de preguntas que se han expuesto y les invitamos a reflexionar.

Pero además creemos que es imprescindible recalcar un hecho fundamental que en ocasiones se pasa por alto como es que las personas que se encuentran internas en prisión están privadas, si bien del derecho más importante para muchos seres humanos, la libertad, sólo están privados de libertad y de aquellos otros derechos que por sentencia firme le sean limitados, gozando en todo caso de todos los demás derechos que como personas les corresponden, entre ellos la salud y la vida.

La institución penitenciaria es la institución total por excelencia. Es por ello que está obligada a velar por la vida, la integridad y la salud de las personas que están confinadas en esos muros y así lo exigen tanto la Ley como el Reglamento Penitenciario.

Así pues, siendo la propia cárcel quien tiene que garantizar el cumplimiento de todos los derechos de los internos, es su obligación, y debe velar por sus vidas ¿qué ocurre si no lo hacen? ¿No responde nadie por los hechos que su incumplimiento acarrea?

En la actualidad la cárcel de Pamplona alberga entre sus muros a más de 200 personas entre mujeres, jóvenes y adultos. Es la población reclusa una población propensa a tener una salud más deteriorada que la media de la población libre, sobre todo, por las condiciones de vida dentro de prisión que mina su salud tanto física como mental. A pesar de ello, y del reducido tamaño que por poco tiempo tiene nuestra cárcel, la cárcel de Pamplona no cuenta en sus instalaciones con una enfermería con la capacidad suficiente para albergar a los presos enfermos. Y lo que resulta más llamativo, que un centro que alberga en su interior a más de dos centenares de almas no cuente en sus instalaciones con un médico de guardia (que cumpla sus horas de guardia dentro de prisión) para asegurar la salud y, en este caso, la vida de los internos.

Reflexionemos señores. Dentro de los muros de una cárcel hay personas que tienen derechos, y que son personas. No podemos vivir dando la espalda a una realidad tan cercana e injusta sin que se nos revuelva sino la conciencia al menos el estómago. Reflexionen. Reflexionen sobre qué clase de personas creemos que somos que podemos confinar entre cuatro paredes a otros de nuestra especie y pensar que no pasa nada. Reflexionemos.

Firman este artículo: por la Asociación Salhaketa-Pamplona: Juana Libertad Frances Lecumberri (abogada), Manuel Ledesma Moreno (abogado), Maite Virto Ibáñez (trabajadora social), Blanca García de Eulate Luna (voluntaria), Maite San Pedro Echavarri (miembro de Salhaketa), Paz Frances Lecumberri (abogada), Idoia Jusue Martiarena (colaboradora de Salhaketa) y June Donemiliaga (abogada)

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