Ocurrió en Toulouse, pero nada fue igual
Jon Anza aparece muerto en Toulouse
Qué ocurre cuando una persona fallece en un hospital de Toulouse sin que haya sido posible determinar su identidad? Hasta conocer la versión oficial sobre el caso de Jon Anza, la respuesta hubiera sido ésta: se hace el acta de defunción; se abre una ficha policial; se solicitan testigos que puedan identificar el cadáver; y, si la investigación no fructifica, el cuerpo es enterrado dos meses después del fallecimiento.
Txisko Fernandez
Gara
No es éste el caso de Jon Anza, pero debería haberlo sido si la versión a la que ayer se puso sello oficial en Baiona quisiera mantenerse alegando que existen precedentes similares. No los hay. Y la razón de que no los haya es simple: las cosas nunca han funcionado así en el Estado francés, ni tampoco en el Centro Hospitalario Universitario (CHU) de Toulouse, en el que se integran tanto el hospital de Purpan como el de Rangueil. En este último se desarrolló el precedente más cercano en el tiempo, pero que debemos situar en las antípodas en cuanto a su desarrollo y resolución.
Resumimos el caso siguiendo las informaciones publicadas en su día por el diario «La Dépêche du Midi»: el 11 de junio de 2008, en el Carrefour del gran centro comercial ubicado en Portet-sur-Garonne -en el área metropolitana de Toulouse-, se desvanece un hombre afectado por una dolencia cardiaca; es trasladado al hospital de Rangueil, donde ingresa en estado de coma; fallece el 12 de julio sin haber recuperado el conocimiento.
Esa persona no llevaba ninguna documentación que permitiera su identificación. Nadie había dado cuenta de una desaparición en la zona, o al menos -como puntualiza el rotativo tolosano- nadie había presentado una denuncia en ese sentido ante la Policía.
¿Cómo se resuelve la situación? Traducimos lo publicado por «La Dépêche»: «Se abrió una investigación. Un requerimiento de testigos, que resultó infructuoso, fue difundido en nuestras columnas el 26 de julio. Y después, este hombre, al que nadie parece conocer, fue enterrado en el vasto cementerio de Cornebarrieu».
También es posible que las diligencias realizadas por el propio hospital obtengan resultado. Recientemente, en Baiona falleció un hombre «sin techo», al que se encontró una tarjeta de un centro comercial de la cadena E.Leclerc; alguien llamó a la localidad en cuestión y la persona fue identificada.
Por otro lado, el protocolo médico-legal francés resulta fácil de explicar. Salvo en caso de muerte violenta, cuando la persona ha fallecido en un centro hospitalario, el certificado de defunción es elaborado por un médico, quien rellena tanto la parte del documento destinada al Registro Civil como el certificado de las causas del deceso (CMCD), que es anónima y queda sellada para garantizar el carácter confidencial de unos datos que, por ejemplo, pueden ser utilizados para elaborar estadísticas sanitarias.
El certificado de defunción tiene que ser enviado en un plazo de 24 a 48 horas al Ayuntamiento donde se ha producido la muerte para que los datos públicos queden conservados en el Registro Civil.
En el caso de que la persona fallecida no haya sido identificada, la investigación policial se refleja también en la web oficial del Ministerio de Interior www.avisderecherches.interieur.gouv.fr, en la que, como publicó GARA en su edición de ayer, hay un apartado dedicado a «personas desaparecidas e identificaciones de víctimas». Todavía ayer, la ficha de Jon Anza aparecía junto a la de otras 60 personas. Sólo 20 de ellas eran hombres mayores de edad y, tras una rápida criba en base a la edad y la raza, apenas quedan 6 o 7 con características físicas más o menos similares a las del militante vasco.
Lo más llamativo a estas alturas es que bajo la etiqueta de «identificaciones de víctimas» sólo aparece una persona: una mujer de más de 60 años cuya identidad aún no ha sido aclarada por la Policía Judicial de Marsella. Si los protocolos se hubieran cumplido en el caso de Anza, aquí debería figurar también la ficha de un hombre fallecido en el hospital de Purpan el 11 de mayo de 2009, pero no hay ni el menor rastro de ella.
Qué ocurre cuando una persona fallece en un hospital de Toulouse sin que haya sido posible determinar su identidad? Hasta conocer la versión oficial sobre el caso de Jon Anza, la respuesta hubiera sido ésta: se hace el acta de defunción; se abre una ficha policial; se solicitan testigos que puedan identificar el cadáver; y, si la investigación no fructifica, el cuerpo es enterrado dos meses después del fallecimiento.
Txisko Fernandez
Gara
No es éste el caso de Jon Anza, pero debería haberlo sido si la versión a la que ayer se puso sello oficial en Baiona quisiera mantenerse alegando que existen precedentes similares. No los hay. Y la razón de que no los haya es simple: las cosas nunca han funcionado así en el Estado francés, ni tampoco en el Centro Hospitalario Universitario (CHU) de Toulouse, en el que se integran tanto el hospital de Purpan como el de Rangueil. En este último se desarrolló el precedente más cercano en el tiempo, pero que debemos situar en las antípodas en cuanto a su desarrollo y resolución.
Resumimos el caso siguiendo las informaciones publicadas en su día por el diario «La Dépêche du Midi»: el 11 de junio de 2008, en el Carrefour del gran centro comercial ubicado en Portet-sur-Garonne -en el área metropolitana de Toulouse-, se desvanece un hombre afectado por una dolencia cardiaca; es trasladado al hospital de Rangueil, donde ingresa en estado de coma; fallece el 12 de julio sin haber recuperado el conocimiento.
Esa persona no llevaba ninguna documentación que permitiera su identificación. Nadie había dado cuenta de una desaparición en la zona, o al menos -como puntualiza el rotativo tolosano- nadie había presentado una denuncia en ese sentido ante la Policía.
¿Cómo se resuelve la situación? Traducimos lo publicado por «La Dépêche»: «Se abrió una investigación. Un requerimiento de testigos, que resultó infructuoso, fue difundido en nuestras columnas el 26 de julio. Y después, este hombre, al que nadie parece conocer, fue enterrado en el vasto cementerio de Cornebarrieu».
También es posible que las diligencias realizadas por el propio hospital obtengan resultado. Recientemente, en Baiona falleció un hombre «sin techo», al que se encontró una tarjeta de un centro comercial de la cadena E.Leclerc; alguien llamó a la localidad en cuestión y la persona fue identificada.
Por otro lado, el protocolo médico-legal francés resulta fácil de explicar. Salvo en caso de muerte violenta, cuando la persona ha fallecido en un centro hospitalario, el certificado de defunción es elaborado por un médico, quien rellena tanto la parte del documento destinada al Registro Civil como el certificado de las causas del deceso (CMCD), que es anónima y queda sellada para garantizar el carácter confidencial de unos datos que, por ejemplo, pueden ser utilizados para elaborar estadísticas sanitarias.
El certificado de defunción tiene que ser enviado en un plazo de 24 a 48 horas al Ayuntamiento donde se ha producido la muerte para que los datos públicos queden conservados en el Registro Civil.
En el caso de que la persona fallecida no haya sido identificada, la investigación policial se refleja también en la web oficial del Ministerio de Interior www.avisderecherches.interieur.gouv.fr, en la que, como publicó GARA en su edición de ayer, hay un apartado dedicado a «personas desaparecidas e identificaciones de víctimas». Todavía ayer, la ficha de Jon Anza aparecía junto a la de otras 60 personas. Sólo 20 de ellas eran hombres mayores de edad y, tras una rápida criba en base a la edad y la raza, apenas quedan 6 o 7 con características físicas más o menos similares a las del militante vasco.
Lo más llamativo a estas alturas es que bajo la etiqueta de «identificaciones de víctimas» sólo aparece una persona: una mujer de más de 60 años cuya identidad aún no ha sido aclarada por la Policía Judicial de Marsella. Si los protocolos se hubieran cumplido en el caso de Anza, aquí debería figurar también la ficha de un hombre fallecido en el hospital de Purpan el 11 de mayo de 2009, pero no hay ni el menor rastro de ella.
1 comentarios:
Es peor que eso. ¡Cómo puede ser que un tipo se pase 12 días en estado comatoso y nadie le identifique por las huellas dactilares? Porque encima al ser "delincuente", seguro que tienen sus huellas. Para eso nos manchaban los dedos para el DNI. Los familiares hicieron un mes después de su desaparición el mismo recorrido y preguntaron en hospitales y morgues (y allí no estaba) ¿Qué me están contando?. Y además apareció moribundo en un parque 11 días después de su desaparición. ¿Reverdece el GAL? ¿Por qué los medios de desinformación españoles han ninguneado esta historia durante 11 meses y ahora cuentan su "aparición" a bombo y platillo?. Guerra sucia otra vez.
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